viernes, 22 de agosto de 2014

lunes, 18 de agosto de 2014

Sin celular

Hace algunos días, mi papá, un hombre de 60 y algo, me habló desesperado, que había durado sin celular algunas horas, porque su teléfono agarro roaming en Estados Unidos y se le acabó el crédito. El venia en la carretera rumbo al Puerto. Era como si el mundo se hubiera acabado. Estaba incomunicado. 
Entonces traté de tranquilizarlo haciéndole ver que hace algunos años no usábamos celular, no pasa nada le dije, lo bueno que ya llegaste. Y como que reaccionó y me dijo: es verdad. 
Y es que sí, se ha vuelto una necesidad. Como una extensión de nuestro propio cuerpo. Despertamos y todavía no abrimos un ojo, cuando ya estamos buscando nuestro celular. El nos manipula a su antojo. Cárgame, no te olvides de mí, ponme crédito. Lee los mensajes, contesta. 
En mis tiempos, y soy de los 70´s, no existía el celular, mucho menos el internet. Creo que en la preparatoria empezaron a ser de fácil acceso las computadoras. Y eramos jóvenes felices. Subsistimos sin nada de eso. Las pláticas eran en persona. Nos poníamos al día en las recámaras de las amigas, mientras veíamos videos en MTV y escogíamos ropa que ponernos. Existía el teléfono de casa solamente, sí, ese que tenía una rueda con números que giraba al marcar con el dedo cada número. Y sólo servía para ponernos de acuerdo en que lugar nos miraríamos. Así que nada de que te localizaran tus padres por el celular. Nada de que, ya vi donde andas en el facebook. Y definitivamente las platicas en persona no eran interrumpidas por distracciones del celular. Bueno, será que cada época tiene sus pros y sus contras. En fin, iré a cargar mi celular.